Guía del buen espía: mensajes secretos

Cuando yo era niño, soñábamos con hacer cosas extraordinarias, dentro del código de la masculinidad de entonces. Para ser un héroe había que ser fuerte, poderoso e inteligente. Lo más sencillo era la identificación por el porte atlético: los superhéroes destacaban por eso y hasta los protagonistas de las películas de acción que admirábamos se reconocían por sus músculos. Pero cuando no eras muy sobresaliente con el despliegue físico, te quedaba cultivar la discreción o astucia. Para eso, la figura del espía aún era atractiva, mucho más por el ambiente de Guerra Fría, el mismo que había erigido la figura tan popular de James Bond. No sé si aún resulte tan fantástico ser espía. 

Entre mis libros de infancia, poseo Mensajes secretos, uno de los tres volúmenes que compone la Guía del buen espía. Se trata de una serie, dedicada al espionaje, que se completa con Acechando y rastreando y Camuflages y disfraces. La editorial se llamaba Plesa y creo que ya no existe (los nostálgicos han puesto muchas de sus publicaciones en línea, gracias al cielo). Quien quiera conocer de cerca estos libros infantiles puede acceder a ellos también en el fabuloso Internet Archive, en el que se encuentran completos y hasta disponibles para descarga, pues deben andar con derechos liberados. Yo, sujeto del siglo XX, prefiero todavía hojear mi libro impreso.

Recibí aquel librito como regalo de una tía mía que, con buen ojo, determinó que sería más educativo e interesante para mí (que ya iba para filósofo, con mi actitud contemplativa y hasta pasota) el volumen de Mensajes secretos. Mientras los otros dos están más enfocados en trucos de maquillaje, atuendos y actividades físicas más o menos intensas, Mensajes secretos te enseña a comunicarte con otros espías de tu red a través de códigos, escondrijos, señales y otros medios para el ansiado rendezvous (sí, esa palabra aparecía a lo largo del libro y se definía en el glosario final: “Una reunión entre dos miembros de una red de espías”). Gracias al libro aprendí varios trucos que, aunque clásicos, no dejan de ser efectivos: la tinta invisible con zumo se ve hasta en National Treasure, los mensajes cifrados se encuentran en El escarabajo de oro de Edgar Allan Poe y varias formas de encontrarse con otros espías en lugares públicos se ven entre agentes del Mossad en una película como Munich o se practicaban en la lucha contra el terrorismo en el Perú. Asimismo, revisándolo otra vez (treinta años después), las estrategias para el “Trabajo de equipo en secreto” me recordaron de inmediato a las del mentalista de Nightmare Alley (cómo pasarle información al compañero sobre lo que debe saber siguiendo posiciones en una tarjeta, por ejemplo). 

Aprender todas estas cosas hacia los diez años no solo me entusiasmaba, sino que ofrecía una parcela de auténticas lecciones de vida, que es lo que debe dejarnos la mejor literatura infantil y juvenil.  A Fernando Savater le gustaba recordar el gran valor de esta literatura, aunque menor, que abordaba la aventura para formar al individuo. ¿Se seguirán escribiendo libros como la Guía del buen espía? No lo sé. Se trata de un libro que es como un juguete, con tareas tanto divertidas como útiles para ejercitar la mente. ¿Dónde se encuentra en estos tiempos un libro para niños que te hace soñar y a la vez te propone actividades lúdicas que recrean el sueño?

Autor: orodeindias

Disce, puer, uirtutem ex me uerumque laborem, fortuna ex aliis

6 opiniones en “Guía del buen espía: mensajes secretos”

  1. Es curioso, yo tuve de Plesa bastantes libros de una serie de «Cómo hacer…», que incluía «Cómo hacer de espías». El texto y los dibujos que muestras, sin embargo, no son los mismos, aunque indudablemente sí del mismo estilo. Sí que eran muy divertidos.

      1. La mía era esta. Uno aprendía un montón de trucos, aunque admito -para toda la colección- que me gustaba mucho la lectura, pero ponerme a hacer las manualidades me daba una pereza horrible

      2. Ya veo. Sí, han convertido lo que eran tres volúmenes en uno solo. Y coincido: a mí también me gustaba más leer, de allí que me regalasen «Mensajes secretos» en lugar de los otros títulos, que requerían más desempeño físico. Saludos, F.

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