“Crímenes imperceptibles” (o “Los crímenes de Oxford”) de Guillermo Martínez

Cuando en 2003, Guillermo Martínez sacó a luz Crímenes imperceptibles ya llevaba un puñado de libros publicados (entre un libro de cuentos, dos novelas y un ensayo), pero gracias a esta novela se volvió un best-seller, un autor indiscutiblemente canónico. La película Los crímenes de Oxford (2008), basada en la novela y con inteligente cambio de título, solo vino a confirmar este lugar bien ganado en el mundo literario de habla hispana. Con los años, la fama de Crímenes imperceptibles y su mismo autor ha venido de la mano de la película de Alex de la Iglesia. Se trata de lenguajes distintos, por lo que esta entrada es una invitación al texto de Crímenes imperceptibles, que en ediciones más recientes ha adoptado el título, más llamativo, de Los crímenes de Oxford y ha pasado a ser el inicio de una saga (Los crímenes de Alicia).

La novela es un mecanismo narrativo bien urdido, con todos los recursos propios de una novela detectivesca o de misterio: el enigma, la relación entre discípulo y maestro, el amor romántico (que ciega) y las pasiones del corazón que se han mantenido ocultas por décadas y que han movido a los personajes a actos fuera de lo ordinario. Si a ello se suma el ambiente universitario de Oxford, con su pequeño mundo de callejuelas, cafés, bares y gente singular que se conoce toda entre sí, el best-seller está servido. Finalmente, la cereza del pastel: las matemáticas como pesquisa infinita, un juego apasionante y el lugar donde se proponen las grandes preguntas que no tienen respuesta. La deuda con Borges es evidente en la idea misma de la serie (pensemos en La muerte y la brújula, el Herbert Ashe de Tlön y otras tantas referencias posibles) o en el significado de los nombres (el profesor Seldom, cuyo apellido en inglés remite a raroinfrecuente, otro guiño al enigma de las cadenas o series). En la relación maestro discípulo, la de Seldom y el estudiante argentino (sin nombre explícito, pero el cual podemos intuir, por pistas, que se llama Guillermo), se nos antoja una proyección de la pareja protagónica de El nombre de la rosa (aunque sin el mismo desenlace de Eco). 

La película, por obligación, tiene un ritmo algo más trepidante (con la reorganización de algunos episodios y secuencias) y aprovecha los espacios de la ciudad, mientras que en la novela las digresiones matemáticas configuran momentos de distensión. Hay otros varios ajustes necesarios a pequeños detalles. Entre otros, ya que el estudiante argentino se vuelve americano (Elijah Wood), la cuota hispana latina de la película se encuentra en el personaje de Leonor Watling (Lorna), que en la novela es una inglesa pelirroja. John Hurt es un Seldom convincente y Julie Cox ofrece una Beth frágil y vulnerable. Igualmente hubo que ajustar uno de los desafíos mentales, el del scrabble, pues en la novela había de descifrarse con una referencia al castellano. Así y todo, la película no gozó de mayor fortuna crítica, quizás porque el material con el que está construido el misterio (las matemáticas desde una perspectiva borgiana) no logra cuajar bien en la pantalla grande: muchas de las anécdotas sobre matemáticos y los problemas que abordan quizás son más cautivantes siendo leídas (y por ende imaginadas por el lector) que recreadas con flashbacks. Quizás en el mundo hispanohablante, Crímenes imperceptibles, en la rica y vasta tradición de novela policial rioplatense, puede recibir una mirada, de antemano, receptiva y generosa, de la mano de Borges y la fascinación inglesa.

Autor: orodeindias

Disce, puer, uirtutem ex me uerumque laborem, fortuna ex aliis

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